La muerte del filósofo y antropólogo francés Marc Augé se conoció ayer a los 87 años de edad. Entre los innumerables aportes que realizó se destaca el concepto de los «no lugares«, que empleó para aquellos espacios en los que el ciudadano contemporáneo cada vez pasa más tiempo y en el que pese a su circulación masiva muchos perciben una desconocida soledad.
La agencia Télam informó que Augé, nacido en 1935, murió en la misma ciudad donde nació, Poitiers, aunque vivió el resto de su vida en París. Se doctoró en Letras y Ciencias Humanas y contribuyó al desarrollo de disciplinas africanistas tanto como a la elaboración de una antropología de los mundos contemporáneos, con el foco en la vida cotidiana y la modernidad.
El autor, conocido por su obra «Los no lugares. Espacios del anonimato. Antropología sobre la modernidad» (1993), que dedicó a registrar en las últimas décadas las mutaciones de la cotidianeidad en distintas sociedades, apoyado en un heterodoxo trabajo de campo que incluyó la convivencia con tribus de África y América, así como textos dedicados a revisar emblemas de la megalópolis capitalistas como Disneylandia o la red subterránea de París.
Su gran capacidad de zambullirse en el conocimiento humano, llevó a Augé a reflexionar sobre la confianza, el poder de las imágenes y sobre la creatividad de imaginar otros mundos posibles.

No-lugar
En una entrevista que mantuvo con el canal de gestión pública Encuentro, Augé se explayó sobre los no-lugares: «son espacios donde no podemos leer inmediatamente las relaciones sociales. Mientras que el lugar tradicional es aquel donde precisamente todos estos cuerpos se encuentran y hay reglas de residencia«.
En cambio, «un lugar está cargado de pasado, de historia, de símbolos que lo resumen y a su vez es una expresión de relaciones sociales en un grupo. Y todo eso lo convierte en un auténtico lugar. Un lugar es todo lo contrario a la soledad porque todo está bien ajustado, pero también es lo contrario de la libertad porque siempre estamos bajo la mirada del otro«, dijo.
«El no lugar se contrapone a esos lugares que tienen pleno sentido. El no lugar se desarrolla con la sociedad industrial. Son esos espacios donde puede haber mucha gente pero no se puede leer la relación social. Los espacios de comunicación, de circulación o de consumo. Si estamos en un supermercado, hay mucha gente pero si sacamos una fotografía en ese momento no podremos decir, a priori, ‘ese es hijo de aquel otro‘«, añadió.
Consultado sobre la relación que puede haber con el anonimato, explicó que «Hay una especie de anonimato que se define por la ausencia de posibilidad de hacer una lectura en términos de la relaciones sociales. Por supuesto son nociones que tienen límites. No hay lugar absoluto. Tampoco hay un no lugar absoluto«, aclaró.
«Es una noción relativa que cobra sentido con lo que estamos viviendo hoy, porque esos espacios se multiplican. El transporte se multiplica, el consumo también«, sostuvo.
«Desde otro punto de vista, podemos decir que el colmo del lugar es que es un espacio donde todo tiene sentido, todo tiene sentido social y donde la libertad es impensable. No hay libertad o autonomía individual. En cambio, podríamos decir que el no lugar es un espacio en el cual no hay sentido social, en términos absolutos,pero donde la libertad individual es grande porque podemos ir adonde queremos. En principio, claro, porque a la entrada y a la salida tenemos que identificarnos, así que no hay no lugares absolutos en el mismo sentido del término«.
¿Quién canta tiempo-muerto?
En diálogo con Télam en 2016, fue consultado sobre el impacto en la comunicación que tienen los dispositivos actuales, que habilitan una conexión permanente e ilimitada. «Esa es una de las grandes paradojas del presente: tenemos la posibilidad de una conexión ilimitada y las herramientas de las que disponemos al respecto son extraordinariamente potentes, pero a la vez la relación cara a cara tiende a desaparecer y con ella todo un repertorio de intercambio profundo. En este contexto de circulación de imágenes, donde además resulta crucial la relación con el otro para construir nuestra identidad, hay un trasfondo de soledad muy fuerte«, respondió el pensador.
Para el intelectual francés, «el Espacio y el Tiempo son las dos dimensiones simbólicas necesarias para pensar la vida humana«. Sin embargo, en una entrevista con Clarín en 2012, señaló: «Pero hoy hay muchos tiempos-muertos: los desempleos y los contratos de breve duración son algunas de las muchas formas del tiempo muerto. Lo interesante es buscar a los Amos del Tiempo Muerto. Quien canta ‘Tiempo Muerto’, quien decide el desempleo o los contratos, distribuye las clases sociales”.
En sintonía con las reflexiones sobre el tiempo, Augé dijo a Télam: «El problema para abordar el futuro está relacionado con que vivimos inmersos en una ideología del presente disparada por lo que decía al principio a propósito del estatuto de repetición de las imágenes y los mensajes que se difunden a través de los medios. Estamos falsamente informados, atravesados cada vez más por noticias fragmentarias que nos inducen a tener una visión general del mundo«.
Por otro lado, señaló: «Estamos inmersos en un mundo donde la identidad no puede ser aislada: cada identidad individual se construye en relación con los otros, con la alteridad tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Debemos recuperar esa dimensión histórica y social que se asocia al porvenir«.

Ref.
Además, el filósofo francés fue director de la renombrada institución École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (Ehess). Como etnólogo, dejó un legado de obras como «Las pequeñas alegrías» o «Tiempo sin edad. La vejez no existe».
En ese sentido, escribió «Confiar en uno mismo, confiar en el otro, confiar en el futuro«, «El poder de las imágenes«, «Otro mundo es posible«, «Entonces, ¿quién es el otro?» y «Compartiendo la condición humana. Un manual para nuestro presente«.
Visitante recurrente de la geografía argentina, Augé estuvo en Buenos Aires en el 2012 para dar una charla en el Centro Cultural Borges y presentar su libro «Futuro». Regresó en 2016 cuando fue invitado por el Sistema Federal de Medios de la Nación y el Centro Franco Argentino para participar con dos ponencias en La Noche de la Filosofía que tuvo lugar en Centro Cultural Kirchner. En una de esas visitas dialogó con Canal Encuentro.
Entre sus libros, que son y serán de gran influencia, se encuentran «El viajero subterráneo: un etnólogo en el metro» (1986), «Las formas del olvido» (1998), «El viajero subterráneo veinte años después»(2008), «Los no lugares. Espacios del anonimato. Antropología de la Sobremodernidad» (1993), «El tiempo en ruinas» (2003), «Por una antropología de la movilidad» (2007), «La comunidad ilusoria, Elogio de la bicicleta» (2009) y «El viaje imposible: el turismo y sus imágenes» (2009).