Esta semana, en el programa Buenas Noticias, el profe Andrés Russo presentó en su columna de Pretextos: “La servidumbre voluntaria”. Ese nombre viene de un libro que escribió Etienne de La Boétie, pero que en este caso también relacionamos a una cuestión cotidiana. Por eso también tejimos lazos con otras obras.
Es un texto que se popularizó con los años, y se tituló originalmente como “Discurso sobre la servidumbre voluntaria” que lo escribió entre los 16 y 18 años y murió antes de su publicación.
Un texto que también se vincula a la desobediencia civil, tema que en nuestro país también ha tenido su trayectoria en estas semanas.
Hay una pregunta central para el señor La Boétie, para quien toda servidumbre es voluntaria, porque en definitiva, dice, ¿cómo podemos concebir que un pequeño número pueda obligar a todos los demás ciudadanos a obedecer servilmente? Acá no está puesta en discusión en la obediencia civil sino en la obediencia servil.
Entonces el texto nos propone pensar más allá de la obediencia. Se pregunta Russo, ¿qué pasa cuando la obediencia es legítima pero no hay reciprocidad? Así es como hay que repensar si tienen vigencia esos polos del tipo “obediencia” y “libertad”.
Son intelectualmente muy satisfactorias, apunta, pero “en la práctica es muy difícil pensar que uno obedece o es libre”. Una de las consignas de Laboitie es “dejen de servir y serán libres”.
Russo trazó un paralelismo con la novela de Kazuo Ishiguro, “Los restos del día” que adaptó al cine el director James Ivory con papel protagónico de Anthony Hopkins y bajo el nombre “Lo que queda del día” (actualmente puede encontrarse en Netflix).
“El mayordomo es una figura de gran prestigio”, y en este caso significa “Alcanzar una meta para una vida que no se propone otra cosa”.
La obra plantea la situación de dependencia y de poder que tiene el Sr. Stevens, el mayordomo en cuestión. Su personalidad se conforma de una gran cuota de represión (a sus sentimientos y a lo de los otros).
En el caso este la servidumbre es “voluntaria pero gosoza” y conlleva la obra la pregunta si Stevens puede o no librarse de esa servidumbre para lanzarse a la búsqueda de su deseo.
En La Posta se puede encontrar una nota de Andrés Russo que contrampone el personaje de Ishiguro con el que ha planteado en Sotiene Pereira Antonio Tabucchi.
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