En la columna para Buenas Noticias de esta semana, Andrés Russo abordó un tema que ha sido objeto de discusión a lo largo de los siglos: los siete pecados capitales. Sin embargo, Russo no se centró en la historia de estos pecados, sino en su relevancia en el mundo contemporáneo, específicamente en dos de ellos la gula y la avaricia. Y como es hábito en él, tejió también una trama para vincular el tema a un filme reconocido, «Seven» donde Brad Pitt y Morgan Freeman tienen papeles estelares.
Russo comenzó que “Gula y avaricia, pecados de ayer y hoy, es un tema bastante comentado. No estrictamente de la historia de los pecados capitales, sino de su vigencia en el repertorio contemporáneo”. Esta afirmación establece el tono para el resto de la conversación, ya que buscó explorar cómo estos pecados se manifiestan en el mundo moderno, sin ignorar la significación que tienen para el espíritu religioso.
Consultado cómo se resignifican estos pecados en el mundo capitalista, Russo respondió que estos pecados pueden adquirir nuevos significados en el contexto del capitalismo, donde la acumulación de riqueza y el consumo excesivo son a menudo la norma.
También hizo referencia a Santo Tomás de Aquino, uno de los teólogos más ilustres de la Edad Media, quien ofreció una perspectiva interesante sobre los pecados capitales. Según Santo Tomás, un pecado capital no se define por su magnitud, sino por ser “excesivamente deseable para el espíritu humano de manera tal que en su deseo, el hombre comete otros muchos pecados”. Esta idea sugiere que los pecados capitales pueden llevar a una serie de transgresiones adicionales, lo que los hace particularmente peligrosos.
La columna incluyó un análisis del film “Seven”, que explora los siete pecados capitales a través de una serie de crímenes brutales. La película, dice Russo, “ilustra bastante bien el día a día del capitalismo”. Esta afirmación refuerza la idea de que los pecados capitales no son solo conceptos religiosos o filosóficos, sino que también pueden manifestarse en la realidad cotidiana.
Como corolario de esta reflexión se refirió a la crueldad, sugiriendo que podría ser considerada un pecado capital en el mundo moderno: “Si habría que actualizar la lista de los pecados capitales, hoy el más grande es la crueldad, el vanagloriarse en la crueldad”.